INTRODUCCIÓN
El espectro musical audible abarca unas 10 octavas en total si
tenemos en cuenta el rango de frecuencias comprendido entre 20Hz y 20
Khz. Por lo general, las primeras y últimas octavas son las más críticas
de monitorizar y a su vez las que pasan más desapercibidas al oído
humano por estar situadas en los extremos de nuestra capacidad física
auditiva.
Este hecho queda reflejado en la curva de EQ más solicitada por
nuestro oído a lo largo de los años, que no es otra que la típica con
forma de "V" o de "sonrisa" que tantas veces hemos visto en equipos
hi-fi, auto-radios, etc. ¿Y a qué se debe entonces el hecho de que esa
curva suene más agradable al oído? Pues precisamente realzamos
gradualmente aquellos extremos a los que el oído humano es menos
sensible, tratando de equilibrar el sonido resultante para que nos suene
más "plano" y agradable. Vemos que a medida que nos alejamos del rango
medio, ya sea descendiendo o ascendiendo en el espectro, necesitamos ir
elevando el nivel de cada frecuencia respecto a la anterior para que
todo suene aparentemente equilibrado. Este fenómeno va asociado a la
conocida teoría de Fletcher-Munson, basada en los contornos de igual
sonoridad o "curvas isofónicas", que demuestra que el oído humano
responde de diferente forma dependiendo de la intensidad sonora de la
fuente. De este modo, a niveles bajos necesitamos de una curva más
pronunciada en graves/agudos que disimule nuestras carencias de
respuesta a intensidades moderadas, y a niveles altos el oído se acerca
más a ese equilibrio que no requiere de ecualización compensatoria. Los
filtros de refuerzo de los equipos hi-fi suelen ocuparse de subsanar
esas deficiencias de escucha a niveles bajos, y esa función suele
activarse mediante un selector que puede ir etiquetado de varias formas
dependiendo de la filosofía de cada fabricante: Loudness, mega-bass,
super-mega-power-bass-extension, etc.
Es importante asimilar que el oído responde de diferente forma
dependiendo de la intensidad a la que se reproduzca la fuente, ya que
nuestras mezclas pueden quedar fuertemente condicionadas por el nivel de
monitorización que hayamos usado al realizar el trabajo. Se hace
recomendable entonces variar por momentos el volumen general de la
mezcla para controlar que todo funcione a diferentes niveles de escucha.
La percepción de bajas frecuencias cambia drásticamente en base al
volumen al que reproduzcamos nuestra señal, por lo que mezclar a un
volumen reducido constantemente puede traducirse en un resultado dañino
debido a un exceso de graves.
NOTAS FUNDAMENTALES Y ARMÓNICOS
Como decíamos, la primera octava del espectro musical comienza en
20 Hz. Si nos fijamos en los ecualizadores que habitualmente vemos en
los "rack´s" de directo, comienzan en esta frecuencia su escala (que
llega hasta 20 Khz exactamente). Estos ecualizadores son denominados de
"tercio de octava" porque cada octava del espectro musical está dividida
en 3 "cortes" intermedios que posibilitan una manipulación más eficaz
del sonido.
Para "ascender" una octava a partir de una frecuencia concreta,
doblaremos el valor numérico de dicha frecuencia, y así sucesivamente
hasta llegar a la última octava que somos capaces de escuchar, situada
aproximadamente entre 10-20 Khz. Como ejemplo, se podría decir que 2 Hz
son 2 ciclos completos que caben justo "en el mismo espacio" que en el
que se realiza 1 ciclo completo, que sería 1 Hz en este caso. Las dos
frecuencias "están afinadas" en la misma nota, con la diferencia de
estar separadas una octava entre ellas. Por lo tanto, es correcto decir
que 50 Hz y 100 Hz corresponden también a una misma nota, siendo la
segunda una octava más aguda que la primera. Todo esto es un poco
abstracto, pero nos ayudará a comprender el concepto que a continuación
expongo.
Los instrumentos musicales y voces humanas, lejos de componerse de
tonos puros, están formados por notas fundamentales y una serie de
armónicos sumados a esa frecuencia fundamental, que son los que
confieren al instrumento de un carácter que lo diferencia del resto. Los
armónicos son múltiplos de la nota fundamental, y a medida que nos
alejemos de ésta van perdiendo volumen y se hacen prácticamente
inaudibles según nos acercamos al sexto o séptimo armónico. Para evitar
confusiones, tendremos en cuenta que a la frecuencia fundamental también
se le denomina "primer armónico", y que por lo tanto el segundo
armónico se corresponde con el primer múltiplo que nos encontramos al
partir de la frecuencia fundamental. De este modo, el primer armónico se
corresponde con "1 x frec. fundamental", el segundo con "2 x frec.
fundamental", el tercero sería "3x frec. fundamental", etc.
Es curioso analizar la relación que guardan los diferentes
armónicos entre ellos, ya que a medida que nos alejamos de la
fundamental, el intervalo que existe entre los armónicos decrece. Por
ejemplo, del primero al segundo hay una octava de diferencia, pero entre
el segundo y el tercero esto ya no se cumple, y en este caso el
intervalo equivale a una quinta. Si seguimos ascendiendo veremos que
esos intervalos van convirtiéndose en terceras mayores, menores, tonos,
etc. Podríamos delimitar "el ancho de banda activo" que posee cada
instrumento a modo de tabla descriptiva de frecuencias, pero de momento
considero más importante el que eduquemos el oído buscando esas zonas de
actividad sobre las que debemos actuar con EQ, que el proponer opciones
que seguramente condicionen al oyente en la manipulación de la
ecualización, echando a perder la premisa fundamental de todo técnico y
productor que se precie: escuchar.
Como apunte, mencionar que los armónicos que no guardan una
relación coherente respecto a la frecuencia fundamental (armónicos que
no son múltiplos) se denominan "parciales" o "sobretonos". Este tipo de
"armónicos rebeldes" los encontramos más habitualmente en instrumentos
de percusión.
Gracias a la presencia de este fenómeno (fundamental + armónicos),
podemos diferenciar una voz de otra, o un tipo de instrumento de otro
dependiendo de la amplitud relativa de cada armónico respecto a sus
"hermanos", aunque ambas fuentes emitan la misma nota. Esto se debe a
que las propiedades físicas del emisor (construcción, resonancias
internas, etc) hacen que se refuercen unos armónicos u otros. Así, hay
instrumentos que cuentan con armónicos pares más fuertes que los
impares, y viceversa por mencionar un posible caso. Por eso cada
instrumento posee un timbre que lo encasilla en una categoría u otra, y
que a su vez lo diferencia de los demás instrumentos englobados en su
misma categoría. Así podemos diferenciar un saxofón de una trompeta,
pero también podemos ir más allá aguzando el oído, e investigando esos
sutiles matices que diferencian un saxofón de una marca u de otra. Lo
mismo ocurre con las voces humanas. Sabemos perfectamente cuando estamos
escuchando una voz o un instrumento, para también podemos determinar
quién es la persona que habla o canta gracias a la información que nos
transmite el timbre de su voz.
¿Y qué importancia tiene saber todo esto a la hora de ecualizar?
Pues algo tan básico como que por ejemplo, de poco sirve intentar sacar
"cuerpo" a una guitarra en 60 Hz si el instrumento no empieza a "vivir"
hasta situarnos una octava más arriba aproximadamente. Seguro que si
actuamos por encima de 120 Hz notaremos como estamos tratando más señal
"buena" que si lo hacemos una octava por debajo, en la que encontraremos
"más ruido que música". El "mi" grave de una guitarra "resuena"
aproximadamente en 80 Hz, aunque lo raro es que encontréis cuerpo en esa
zona ya que eso ya depende de la buena construcción del instrumento,
recinto acústico o bobinado de las pastillas, etc.
Por lo tanto, hay que contar con que cada sonido tiene un "ancho de
banda activo" limitado, y es precisamente ese rango el que hay que
trabajar si pretendemos mejorar el sonido con ecualización, ya sea
actuando en el entorno de su nota fundamental, o en el de sus armónicos.
ECUALIZANDO QUE ES GERUNDIO
Generalmente dividimos mentalmente el espectro en secciones a la
hora de analizar con más facilidad la fuente a la que estemos prestando
atención. Es totalmente común encontrarnos pensando en "graves, medios y
agudos" cuando nos encontramos analizando una mezcla en cuanto a
sonido. De esta forma, nos resulta más sencillo decidir si lo que
escuchamos mantiene el equilibrio que deseamos, o por lo menos se hace
más rápido y directo que si tenemos que fijarnos en cada una de las
bandas aisladas que conforman el espectro.
Tres zonas parecen suficientes para hacernos una primera idea sobre
si alguna de estas está por encima de las otras y si necesita de
equilibrio manual a base de EQ . Cuando pretendemos profundizar más en
la ecualización, se hace necesaria una subdivisión del espectro en más
porciones que nos permitan optimizar de manera más clínica la fuente
origen. En este caso, el siguiente paso podría ser crear mentalmente dos
secciones más, intercaladas entre las tres anteriores. De esta forma
nuestra separación mental de frecuencias estaría ahora formada por
"graves, medios-graves, medios, medios-agudos y agudos". Esto tan sólo
son ejemplos, y cada uno puede llevar a cabo este tipo de ejercicios a
su antojo, ya que no existen normas básicas que funcionen para todos, y
lo que para unos puede ayudar, para otros puede despistar. Por último,
una vez localizada la zona problemática, podemos llegar más allá
intentando dar con la frecuencia exacta que debemos atenuar o realzar
para que nuestra señal tome forma.
Bien, pues basémonos en principio en la separación virtual de tres
bandas ( graves, medios y agudos) para comprender mejor el concepto de
ecualización, y que cada uno vaya ahondando en este delicado proceso a
medida que vaya aprendiendo a dominarlo.
Ecualizar proviene del término inglés que nosotros traducimos como
"igualar", lo que hace más sencillo comprender que la acción de
ecualizar se corresponde con el simple hecho de añadir o restar volumen a
una señal, pero con la diferencia de que en este caso se hace sobre
bandas concretas, pudiendo escoger qué rango de frecuencias queremos
modificar para lograr el equilibrio o efecto deseado. Por lo tanto, se
puede decir que es lo mismo realzar graves y agudos, que atenuar los
medios. Lo que el oído interpreta es el equilibrio final que percibimos.
Es recomendable actuar atenuando las frecuencias que parecen
estorbar que realzando las que creemos que faltan, para dotar al sonido
de más naturalidad, o para encajarlo en una mezcla sin que "moleste" a
los que conviven en su mismo rango de frecuencias. Veamos algunas
razones que nos empujan a atenuar antes que a realzar dB´s a la hora de
ecualizar una señal:
- El oído humano es más sensible a los picos que a los declives,
por lo que nos resulta más sencillo escuchar lo que sobra, que lo que
falta. - Otra razón viene dada por la limitación de volumen que
tiene toda señal (0 dB´s en digital, que es el valor más alto que se
puede representar), que a veces obliga a reducir su volumen antes de ser
realzada en el ecualizador para que la salida no distorsione al rebasar
el nivel de pico. En el mundo analógico la llegada "al tope" se produce
de manera gradual, aceptando en la mayoría de casos cierta "sobrecarga"
que se convierte en distorsión si apuramos demasiado los niveles de
entrada/salida. -Los ecualizadores de gama alta son los que mejor
suenan cuando realzamos frecuencias, pero con ecualizadores de menor
calidad resulta más ético atenuar que realzar con el fin de evitar el
ruido asociado a el hecho de "inventar ganancia", ya se trate de
ecualizadores analógicos, en cuyo caso el ruido proviene del mayor o
menor afortunado diseño de su circuitería, o de ecualizadores digitales
en los que la calidad va determinada por los algoritmos internos en los
que basen su funcionamiento.
Los ecualizadores paramétricos permiten ajustar el factor "Q",
facilitándonos la labor de actuar sobre una frecuencia concreta
afectando en mayor o menor medida a las frecuencias colindantes. A la
hora de realzar se recomienda usar Q´s más anchas en busca de un
resultado más natural, más musical, sin artefactos extraños. Sin
embargo, cuando se trata de atenuar puede ser más útil centrarse en
frecuencias específicas si pretendemos eliminar un problema en concreto.
Como el oído es más sensible a lo que "sobra" que a lo que "falta",
la mejor forma de eliminar problemas consiste en usar un factor Q
estrecho y realzar unos cuántos dB´s el rango de frecuencias que
sintamos problemático, realizando después "barridos" laterales en busca
de la frecuencia que perjudica el sonido, ya sea una frecuencia
determinada, una banda más ancha de frecuencias, o u otro tipo de
"suciedad" como puede ser el asociado a frecuencias "dolorosas" (y
armónicos) que han quedado posiblemente demasiado realzadas en la
captura.
UTILIDADES DE LA ECUALIZACIÓN : En busca de la mayor sonoridad
Imaginemos una mezcla sin EQ todavía y conozcamos pequeños detalles que pueden llevarnos a mejorar nuestro sonido.
Primeramente comenzaremos por dar un "repaso" a todas las pistas
por separado para ajustar EQ, eliminando aquellas impurezas que
consideremos innecesarias o que simplemente desagraden a nuestro oído.
Después volveremos a esta sección de EQ individual para asentar los
instrumentos en la mezcla. Una vez retocada cada pista, que en principio
no tienen por qué ser todas ni mucho menos, procedamos a mezclar.
Es recomendable tener como referencia un par de pistas que hagan de
extremos del espectro, como por ejemplo, un bombo en el extremo grave, y
una percusión aguda en el otro extremo, ya sea un hi-hat, pandereta,
etc. Esto quiere decir que el bombo es el que "manda" en la zona más
grave, y si usamos un hi-hat en el otro extremo, este será el que domine
la zona más aguda del espectro, encontrándose por debajo la definición
en agudos de los demás instrumentos, buscando siempre el hacer sitio
para todos y tratando de evitar que las pistas se "pisen" y molesten
entre ellas. Gracias a estos extremos definidos siempre nos será más
fácil integrar un tercer instrumento con precisión, sin pasarnos con
éste a la hora de ecualizarlo buscando más cuerpo o más brillo, restando
protagonismo a los extremos si nos pasamos, lo que supondría el
principio de una mala mezcla. Por ejemplo, si nos pasamos añadiendo
graves a una pista de voz masculina, seguramente acabemos restando
protagonismo a los instrumentos que han de dominar ese rango comenzando
así a desvirtuar nuestra mezcla. Recomiendo no llevar a cabo ese tipo de
ejercicios a no ser que sea en busca de fines específicos y que
tengamos claros.
El fin de todo proceso en mezcla persigue un único objetivo,
que es lograr la máxima sonoridad posible. Pero, ¿a qué hace alusión el
término "sonoridad"? Pues en instrumentos aislados la sonoridad indica
la intensidad del instrumento. De esta forma, un instrumento que destaca
sobre otro posee más sonoridad.
Pero vayamos al caso que nos interesa, que es el entorno de una
mezcla de varias pistas. En este caso debemos agrupar varias señales
para que formen una sola (que será nuestro "master") buscando que el
conjunto mantenga la máxima sonoridad posible, o dicho de otro modo,
tratando de lograr llenar todo el espectro musical y que no haya
frecuencias desbocadas o demasiado "escondidas" respecto al resto, en
cuyo caso las demás zonas del espectro perderán protagonismo provocando
como consecuencia una sensación de mayor flaqueza en la escucha. Total,
que de lo que se trata es de conseguir que nuestra mezcla suene lo más
grande posible, y para esto no sirve dar muchos graves al bombo ni al
bajo, ni comprimir el master salvajemente, etc. La única vía que nos
acercará al mundo de las buenas mezclas es el camino de la sonoridad.
Debemos conseguir la máxima que nos sea posible.
EL RANGO MEDIO ES DECISIVO
Como hemos visto, las voces e instrumentos tienen un rango de
acción efectivo (ancho de banda) que viene determinado por la naturaleza
de la señal. Es importante tener en cuenta los armónicos, y que estos
queden definidos junto a la frecuencia fundamental de dicha señal.
Hay deslices típicos que solemos cometer al principio de nuestro
camino en la ecualización, como es el de "dar agudos a todo", y el
problema ya no está en hacerlo, si no en el "cómo lo hacemos".
Generalmente el oído solicita un realce de altas frecuencias en cada
pista individual, y lo más común es abusar de la zona de 10 Khz "y
alrededores", realzando el mismo rango de frecuencias en todos las
pistas que creemos faltas de "brillo". Este hecho se debe a que el oído
busca recuperar los armónicos que han quedado enterrados en la captura
de las pistas, y como a medida que nos acercamos a frecuencias altas los
armónicos van perdiendo intensidad (al estar alejándonos de la frec.
fundamental), tendemos a realzar de la zona más aguda que podamos
excitar. Cuando llevamos a cabo este tipo de ejercicios terminamos con
una mezcla muy poco definida y carente de fuerza, y con la existencia de
una zona de altas frecuencias en la que varias pistas se baten entre
ellas. La restauración de armónicos perdidos fue la principal causa que
dió paso a la creación de los excitadores de armónicos allá en los 70.
Un ejemplo claro para explicar como evitar este tipo de
manipulaciones erróneas de la EQ, puede ser una pista de voz. Ya se
trate de una locución o de una pista cantada, el principal fin de la
ecualización en este tipo de casos, es conseguir la mayor
inteligibilidad que podamos.
¿Inteligibilidad? Sí, simplemente se trata intentar que la voz se
entienda lo mejor posible, para que el mensaje se transmita con
claridad. La voz humana predomina sobre todo en el rango medio, y si
realzamos la zona de 10 Khz para buscar más definición, por ejemplo,
debe constarnos que también estamos modificando el rango medio por
extensión, y que los armónicos que se encuentran en esta zona quedarán
más escondidos respecto a los que se encuentran más cercanos a la zona
que hemos realzado en agudos. Quizá esa voz hubiera ganado más
recortando unos dB´s en algún punto conflictivo que pudiese estar
enturbiando el sonido en los medios inferiores, que realzando en 10 Khz
directamente.
Lo mismo ocurre mezclando, ya que toda decisión que tomemos en una
banda de frecuencias afectará en mayor o menor medida al resto de la
mezcla. El rango medio es tan extenso que en él conviven multitud de
fundamentales y armónicos de las diferentes pistas que nos aportan gran
información acerca del carácter de cada instrumento. Por ejemplo, si en
una mezcla el rango medio no es correcto, los pianos (un instrumento que
abarca más de 7 octavas y que "ocupa" gran parte del espectro) no
gozarán de toda su grandeza y sonarán delgados y sin vida; las voces y
guitarras sonarán sin presencia, sin garra y sin personalidad alguna; la
reverb también se verá afectada modificando la sensación de profundidad
e imagen estéreo que pretendíamos en principio... etc.
Hay otro factor que influye a la hora de tratar con cuidado el
rango medio, basado en que no todo el mundo tiene equipos de alta gama
para escuchar música, con lo que el disponer de una mezcla con unas
frecuencias medias equilibradas se traduce en una óptima reproducción en
todo tipo de equipos de calidad media-baja. Imaginemos por un momento
esa mezcla que tantas horas nos ha llevado para conseguir un buen
"punch" en graves, con unas percusiones agudas penetrantes y
definidas... y ahora imaginemos esa mezcla sonando por unos humildes
altavoces multimedia... ¿qué nos queda si no se reproducen correctamente
nuestras horas de trabajo en los extremos del espectro??? Debemos
preocuparnos de que todo el rango audible posea calidad, y evitar dotar a
nuestra música de una simple apariencia en equipos más capaces.
Los filtros "pasa-bajos" y "pasa-altos" ayudan a eliminar impurezas
que no necesitamos en nuestra señal. Estos filtros son una especie de
barreras que no permiten pasar frecuencias que se encuentren por encima
de una dada (pasa-bajos) o viceversa (pasa-altos), aunque la caída del
corte se produce de manera progresiva dependiendo del tipo de filtro que
usemos (12 dB´s por octava, 24 dB´s, etc). Un ejemplo sería una flauta
(que carece de frecuencias muy graves) en la que podemos aplicar un
filtro pasa-altos en torno a los 60 Hz para evitar ruido asociado a
movimientos del pie del músico, aire acondicionado, etc.
ACOMODANDO PISTAS EN LA MEZCLA
Teniendo en cuenta que la ecualización es una forma de alterar la
intensidad de una señal, pero actuando sobre bandas concretas, llega un
momento en el proceso de mezcla en el que podemos ir dejando de
compensar nuestro pasaje sonoro usando los faders (volumen general de
cada pista) y pasemos a actuar directamente sobre la ecualización de
cada pista en busca de lograr más definición general y un buen
equilibrio tonal, a base de situar cada instrumento correctamente
respecto a los demás.
Comenzando por el extremo grave, conozcamos antes el problema al
que nos enfrentamos si nos pasamos dando predominancia a este rango de
frecuencias: el enmascaramiento. Este fenómeno psicoacústico está
basado en el principio de que el oído humano deja de percibir tan
claramente un sonido cuando aparece otro con mayor volumen, aunque esto
sería un breve resumen y en realidad habría que profundizar más para
comprobar que el enmascaramiento se produce en base a frecuencias y no a
volumen general de una señal, debido al funcionamiento interno de
nuestro oído. Está demostrado que el oído humano puede escuchar ruido
que se halle por debajo del umbral de la música, por ejemplo. Pero en el
caso que nos ocupa (exceso en graves), me gustaría reseñar un tipo de
enmascaramiento en concreto, que es el rodea el razonamiento de que un
sonido grave puede enmascarar a uno agudo más débil, pero si invertimos
la situación este fenómeno ya no ocurre (me refiero a si realzamos
agudos intentando enmascarar las frecuencias graves). Por lo tanto es
lógico pensar que para percibir unos graves potentes es necesario que
estos guarden equilibrio con el resto, o de lo contrario (si abusamos)
la mezcla sonará oscura y apagada.
El bajo y el bombo han de formar una masa compacta, y para ello hay
que cuidar que entre los dos se ocupen de llenar la zona más grave del
espectro, teniendo en cuenta que en este rango estaremos trabajando
principalmente sobre el espacio comprendido entre la fundamental y el
cuarto armónico (primeras dos octavas a partir de la fundamental). Por
ejemplo, si escuchamos con atención un bajo podremos diferenciar esas
dos octavas graves, una más profunda que "funciona" generalmente por
debajo de 100 Hz (esto ya depende de la nota que esté sonando), y la
segunda octava situada a el doble de valor en Hz de la primera octava.
La primera octava es la que dota de profundidad y "pegada" abajo a
nuestras mezclas. Es la que "vibra", por decirlo de algún modo. La dos
siguientes armónicos son importantísimos, y debemos conseguir que estas
dos primeras octavas de los instrumentos graves queden compensadas entre
ellas, además de tratar de empastar bombo y bajo jugando con las
fundamentales y armónicos de cada uno. Una vez en mezcla, notaremos que a
veces es necesario actuar sobre la segunda octava del bajo (por ejemplo
si el bombo predomina en la primera), y en otros casos, como puede ser
el caso de un tema con guitarras con cuerpo (zona de 120- 300 Hz),
debemos ser más conservadores con esta segunda octava del bajo, para
poder hacer sitio para las guitarras. Como podemos comprobar, la
ecualización también supone un continuo compromiso, al igual que otros
procesos en la producción de audio.
El bajo es de los instrumentos más subestimados que conozco. En la
mayoría de producciones se usa como "colchón" de graves, y sólo se
aprovechan las dos octavas inferiores, dejando enterrado todo el "color"
que este instrumento tiene en frecuencias medias. Es lógico que en las
frecuencias medias se mueven demasiadas pistas que dificultan el dejar
huecos para el bajo, pero que sepamos que hay vida más allá de los
primeros armónicos, y recordemos que sin medios, el instrumento no goza
de la misma personalidad, quedando relegado a un segundo plano parte de
su carácter.
Como apunte, mencionar que el oído humano puede inventar en parte
las octavas más graves aunque estas no estén presentes, por lo que
recomendaría a aquellos que no posean monitores "full range" para poder
saber qué pasa realmente "abajo del todo", que no arriesguen demasiado
con los subgraves del espectro ya que es mejor quedarse corto que
pasarse, atendiendo a las leyes de la psicoacústica. Esto asegurará una
correcta reproducción en equipos pequeños, y que no acabemos con parte
de la dinámica de la mezcla por culpa de realzar algo que no estamos
oyendo.
Habiendo visto un poco por encima lo que ocurre en el rango grave y
medio, pasemos ahora a conocer resumidamente "quién vive" en las
frecuencias más altas.
Se puede decir que la banda de agudos comienza en la zona de 2
Khz si dividimos el espectro en 3 bandas virtuales. A partir de aquí el
sonido pasa de ser "nasal" a "afilado" a medida que ascendemos hacia el
extremo más agudo. En la zona de más alta, digamos que por encima de
12/14 Khz por poner una cifra de referencia, conviven multitud de
armónicos prácticamente inaudibles, pero que el oído "siente" aunque no
escuche. Algunos magnates del audio denominan este rango sobre-agudo
como "zona de aire", y considero esta descripción como acertada debido a
ese carácter inaudible pero informativo, aunque personalmente yo suelo
referirme como "aire" a la zona más subgrave, en aquella que tampoco
escuchamos las frecuencias graves, pero sí las sentimos en forma de
vibración... o como si una tromba de aire nos golpease el cuerpo por
momentos.
Volviendo al extremo más agudo, decir que en una mezcla podemos
realzar esta zona para dotar de más viveza "gratuita" a nuestras
piezas, pero como en el caso del tratamiento de las frecuencias más
graves, se hace necesario el uso de una monitorización precisa si no
queremos pasarnos y convertir el sonido en estridente y delgado en
medios-graves (recordemos la interacción entre las diferentes bandas).
La zona situada entre 2 y 10 Khz aproximadamente corresponde a toda
la definición en agudos de los instrumentos y voces. Como decía, y
teniendo en cuenta que el oído es más sensible a estas frecuencias,
cuando disponemos de una mezcla que suena bien "en medios" hemos logrado
hacer más de la mitad del trabajo. Al fin y al cabo cuando nos fijamos
en graves/agudos nos preocupamos más de que "estén ahí", que de la
calidad que estos muestren, debido a nuestra menor sensibilidad en esas
zonas y que nos impiden hacer juicios de valor tan críticos como podemos
hacer en la zona media del espectro.
CONCLUSIÓN
Entendamos pues que el verdadero fin de la ecualización es tratar
de conseguir el mayor equilibrio tonal posible usando las diferentes
pistas que forman una pieza musical. Cualquier modificación que
realicemos sobre un cierto rango de frecuencias afectará a los
instrumentos que predominen en esa zona. Así, un realce en graves
producirá que el bombo y bajo aumenten su volumen respecto al resto, y
un aumento de altas frecuencias provocará que por ejemplo los platos de
la batería se disparen relativamente. Quizá si creo que falta brillo en
general, debiera bajar antes el nivel de los platos para que el
resultado no suene tan incoherente. Lo mismo se aplica a todo el
espectro.
Contemos también con la inevitable interacción entre diferentes
bandas de frecuencia, motivadas por las leyes que rigen la psicoacústica
e intentemos pensar bien antes de actuar, para que en los casos que
pretendamos optimizar una pista individual o master, valoremos antes si
merece la pena "el estropicio" que causaremos en otras bandas que se
verán afectadas por el cambio.
Otra cuestión a tener en cuenta es el uso de analizadores de
espectro a la hora de tantear nuestras mezclas o pistas aisladas, ya que
nuestro oído no se comporta de igual manera que estos dispositivos.
Primero, porque el analizador no tiene la misma precisión que nuestro
oído cuando nos referimos a frecuencias graves, y segundo, porque el
analizador suele responder a picos de señal y no a volumen medio como lo
interpretamos nosotros. Si hacemos uso de analizadores, sobre todo para
el rango medio-alto, mejor procuraremos ajustar su respuesta
seleccionando el modo "RMS" si lo tiene. Aún así, animo desde aquí a
todos aquellos que se dedican a este mundo, a que convirtamos la labor
de educar el oído en una tarea constante. Es mucho mejor ir analizando
personalmente el sonido en toda ocasión que se nos presente, ya sea en
conciertos, cuando escuchemos música en casa, etc... que hacerlo
solamente cuando nos encontramos manos a la obra, por ejemplo,
trabajando nuestros proyectos ante el ordenador. Esto hará que cada vez
podamos tomar decisiones más objetivas, así como darle preferencia al
oído como herramienta principal en nuestra carrera hacia "la cumbre
sonora".
Sé que muchos confiamos en que haya trucos que nos salven de la
labor de investigación y desarrollo de nuestra forma de escuchar e
interpretar lo que oímos, pero afortunadamente para todos los que amamos
esto, no hay regla que valga, y el aprendizaje ha de ser una práctica
constante. Recordemos que los mitos tipo "en 80 Hz damos cuerpo al
bombo" no tienen mucho sentido en la realidad. Un bombo de 22" no tiene
la misma frecuencia de resonancia que uno de 20", ni un baterista lo
afinará igual que otro... y lo mismo ocurre si el bombo fuese sintético,
ya que dependemos de su carácter y afinación. Está claro que al realzar
en 80 Hz el bombo y el bajo "engordarán", es lógico, pero lo realmente
interesante es concretar con cuidado las zonas de realce o atenuación en
busca de lograr una mayor calidad en el rango de frecuencias graves, en
este caso, aunque este principio se extiende a todo el espectro.
También pecamos cuando intentamos sacar potencia en la segunda octava de
un bajo mal construido y calibrado y que en ese rango genera más
"ruido" que señal aprovechable. Este hecho se extiende a todo tipo de
pistas. Aunque en términos generales se pueda hablar de "zonas activas"
de cada instrumento y aproximar las frecuencias a modificar, no hay
regla que sirva como válida para todas las ciscunstancias. Cada
producción es diferente a la anterior.
Uno de los mejores ejercicios que conozco para educar el oído
consiste en ecualizar grabaciones ya editadas. Un ecualizador gráfico de
10 bandas, por ejemplo, ya sirve para que apreciemos el impacto que
tiene el movimiento que realicemos sobre cualquiera de las bandas.
Pensaremos "pero si las grabaciones están ya bien, ¿para qué tocar
nada?". Pues precisamente, la perfección es algo inalcanzable para la
mayoría de nosotros, si es que existe. Por lo tanto es normal pensar que
siempre se puede optimizar algo ya acabado, máxime si realizamos este
tipo de ejercicios a través de una monitorización imprecisa, lo que
ayuda a que "haya más que retocar" para que el resultado aparente tener
más sonoridad. Pero entonces .... ¿estaremos intentando obtener una
mayor sonoridad de nuestro sistema de altavoces, de las grabaciones... o
de qué?? No importa. Lo que realmente nos interesa es enseñar a nuestro
oído a identificar problemas para poder proceder a resolverlos. Digamos
que este tipo de ejercicios representan un entrenamiento que
aprovecharemos después una vez "en batalla".
Como siempre, nadie ha dicho que las reglas establecidas sean
perfectas y no puedan romperse (la evolución funciona así), y la libre
experimentación debería ser algo presente en la vida de todos. Sin miedo
ni complejos tontos, que si nadie experimenta, la rueda del
conocimiento dejará de girar.
Quedan muchos detalles en el tintero, pero se hace imposible
tratar de desglosar todo este mundo en un sólo texto, y es preferible ir
por partes, desmenuzando cada apartado en un sólo artículo para poder
así entrar en detalles y explicar más tranquilamente cómo llevar a cabo
cada proceso.
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